Siguiendo la ruta de Gerald Brenan
Aquel verano… me dio
por seguir la
ruta de Gerald
Brenan acompañado de mi amigo Manuel Para. Gerald Brenan aventurero
y escritor inglés
que en septiembre
de 1919 en Inglaterra
está aún convaleciente
de las heridas
morales que le
han dejado como
combatiente en la
primera guerra mundial
en la que había sido
condecorado. Harto de aquella
sociedad puritana y hermética
como la inglesa
quiere respirar otra
atmósfera menos cargada,
más pura, donde
lo primero ocupe
el primer puesto; quiere leer, pensar,
imaginar olvidar, sin bridas, quebrar
la rigidez de
su educación en
una public shool. Llena
la maleta de libros,
pone unas libras
en su cartera
y llega a
la Alpujarra tras
una noche superando
el Mulhacén en
una noche inolvidable de
luna llena que
se reflejaban en
las lagunas de Rioseco, la
mosca, y la caldera y subiendo
por el
puerto de la
Ragua, se encuentra en
el horizonte un paisaje
de casitas blancas
que le enamoran.
En Yegen alquila
una casa por
ciento veinte pesetas
al año y comienza,
a los veinticinco
años de edad,
su autoeducación con
ciertos aromas mediterráneos. Le fascina
la pequeña comunidad
del pueblo, en la que todos se conocen y
en la que cada
uno tiene su
perfil y estancia
personal. Descubre
espontaneidad en el
vivir, un mundo pre
mecánico, no cuadriculado, en el
que lo humano
parece gozar de prioridad
sobre todo lo
demás. La vida
lugareña que día a día sorprende
desde su ventana
le coloca frente al
otro, contrapone al modo de
vida alpujarreño el estilo
sofisticado de un inglés,
enfrenta dos culturas
en una palabra. Bastará que
la estancia se
prolongue para que
el Otro ofrezca
un challenge intelectual a
un espíritu tan observador como
el de Brenan.
En la primavera
de 1929 volví
a Yegen, después de
cinco años de
ausencia. Tenía ganas de
volver a ver
el pueblo otra
vez, aunque recuerdo
que al acercarme
a él en coche
desde la costa
mis primeras impresiones
fueron desalentadoras. Mis visitas
a las galerías de
pintura había hecho
que mi mirada fuera más la
de un pintor
que la de un
poeta o
un aviador, y por
eso, la vasta
sucesión de Sierra Nevada y
sus contornos bajos
y llanos me
dieron la impresión de
ser monótonos. Me
preguntaba por qué había elegido
la única montaña
de Andalucía carente de
dramatismo para hacer
en ella mi
casa. Sin embargo al
irme acercando más
al pueblo la sensación aquella despareció…Ni
siquiera habían pasado
24 horas cuando volvió
a mí la
vieja impresión de altura
y de quietud, de
campos de aire
que se extendía ante
mí y de
torrentes de agua
que caían a
mi espalda, y me di
cuenta que Yegen tenía algo
que le diferenciaba
de todo lo
demás.
También personalmente
al igual que don
Gerardo, como le
llamaban los del
pueblo, yo encontré
aquellos días una
paz que comprobé
me fortaleció luego
en una etapa
complicada de mi
vida. Aquel paisaje, aquella quietud, aquella
serenidad, aquel beatus
ille me hizo
recuperar la paz
perdida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario