Esos seres que llamamos IRRACIONALES.
Que gran
lección nos dan
cada vez que
los miramos. El gran
amigo del hombre…compañeros de
viaje, de nuestro
tiempos, de nuestras
emociones. Lo contaba
Antonio Gª Barbeito en una
de sus columnas
en ABC.
Tana era tan
animal como los
demás perros y gatos,
pero era una personita. Lo
comentábamos muchas veces,
incluso lo comentaban
algunos amigos, “Tana tiene
mucho de persona ¿verdad?”. Una
personita que nos
vivió quince años y que
recordaremos siempre. Nunca podré
entender por qué
no hablaba, por
qué no me llamaba por
mi nombre, por
qué no me decía que tenía frío, sed,
hambre, ganas de
salir de paseo, de revolcarse
por el jardín,
de mirar conmigo…de
subirse en el
coche y mirar
por el cristal de la
ventanilla como un niño que
sube por primera vez
a un tren y
mira asombrado el
paisaje…tendría que haber
hablado, porque sus gestos,
sus reacciones eran
las de una persona
lista, capaz de decir
por señas lo
que muchos no
saben decir con palabras…Tana estaba
medio dormida en el sofá,
entre la ropa
de la mesa
camilla, en el
costado de cualquiera buscando calor,
y por mas
movimientos que hubiera,
parecía no coscarse
de nada…Tana se
levantaba y corría
al dormitorio, y se
encamaba como si
fuera su habitación,
y allí esperaba,
con una cara de lista
y de sabihonda, como
niña traviesa que
quiere dormir con
alguien de la casa.
Una niña traviesa era,
y la más
hogareña y, la más tranquila,
la más celosa
de su intimidad. Carácter, genio, casi fiera
a veces, si no aceptaba cualquier
cosa, pero al momento era
balsa de aceite que
se acercaba cuasi arrastrándose, en
busca de una
caricia o un
abrazo que ella pagaba
dejándose la lengua en
tus manos. Tana murió
ayer. Está enterrada en
el jardín. Vamos muriéndonos
en las gentes, en
los animales y
en las cosas
queridas que se nos
van muriendo. Con “Tana” se
nos mueren muchos
días de los
quince últimos años
que nos vivió. Ahora,
sé que al
llamar a algún
perro se me
escapará su nombre,
y me parecerá
olerla en mis cosas , y
me parecerá verla
en el sofá
o en mis piernas,
dormida. Y como
ayer no entendí
que no hablara,
no entenderé que
ya sea sólo
silencio.
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