domingo, 17 de julio de 2016

La jaquetía


LA JAQUETÍA, DIALECTO JUDEOESPAÑOL DEL NORTE DE MARRUECOS

La Jaquetía es la lengua en la que generaciones de judíos del Norte de África condensaron sus liturgias, su folklore, su sentimiento: desde plazas como Tánger, Tetuán, o Larache, ha servido de cauce de expresión a los muchos sefardíes que desde las comunidades judías norafricanas emigraron entre otros a Israel y a Iberoamérica.


Cuando tenía aproximadamente diez años, tuve la suerte de que en mi colegio, en mi clase hubiera compañeros hindúes, de los bazares de la calle Luneta, marroquíes, y también hebreos. Hice amistad con varios niños hebreos de mi edad y el fútbol nos unía. Lo curioso era que jugábamos partidos de horas y horas, especialmente en los periodos de vacaciones, sobre todo en verano, en calles de la Mellah o judería de Tetuán, que apenas superaban los tres o cuatro metros de anchura. De entre los recuerdos que más evoco y me gustaba oír, al igual que a mis padres, era el tonillo del sonido melodioso de sus palabras en su lengua la jaquetía, que cuando no se sentían especialmente observados se les escapaba en sus conversaciones domésticas o más íntima.
La jaquetía es la lengua en la que generaciones de judíos del norte de África condensaron sus liturgias, su folklore, su sentimiento, originaria del habla que en tiempos de los reyes católicos se hablaba en la península y seguramente en Granada: desde plazas como Tánger, Tetuán, o Larache, ha servido de cauce de expresión a los muchos sefardíes que desde las comunidades judías norafricanas emigraron entre otros a Israel y a Iberoamérica.

     La comunidad judía de Tánger tenía su propia identidad. Si la religión constituía el punto relevante y distintivo del resto de la población marroquí y las diversas colonias extranjeras, la lengua y la cultura la diferenciaban de «los otros», «los forasteros» (4), los judíos del interior de Marruecos.
Como los judíos de Tetuán, Larache, Asilah, Chaouen o Alcázar, el judío tangerino conservó, cariñosa y cuidadosamente, el idioma familiar y comunitario: el judeo-español. Este idioma, conviviendo con otros idiomas y consiguiendo mayor entendimiento con moros y cristianos, evolucionó para dar como resultado una mezcla que recibe como nombre «hakitía».
José Benoliel califica esta mezcla como «un dialecto peculiar a los judíos, de origen ibérico establecidos en Marruecos desde la expulsión de España (), es un compuesto de castellano antiguo, más o menos, bien conservado, de árabe, de hebreo, etc… al que se da vulgarmente el nombre de hakitía» (5).
Sin embargo, la “infidelidad” de los hablantes que lo crearon v usaron junto con la rehispanización masiva a la cual fue sometido el dialecto a finales del siglo XIX y finalmente la seducción del francés que terminó con la creación de las escuelas de la Alianza Israelita Universal (6), acentuaron y aceleraron el proceso de extinción.

ALUMNOS DE LA ALIANZA ISRAELITA UNIVERSAL DE TÁNGER (foto del archivo de ACAM.LUKUS)


     De resultas, la hakitía sufrió una decadencia y muchos firmaron su certificado de defunción afirmando que queda sólo un mero recuerdo.
Sin embargo, en una ciudad sin mellah, los judíos -dedicados principalmente al comercio y en contacto continuo tanto con la población marroquí como con su habla- se habían integrado en la sociedad marroquí y esa misma hakitía siguió su proceso de evolución dando paso a otro tipo de hakitía que tiene como raíz palabras del dialecto marroquí y terminación del español moderno.
A esta misma hakitía se refería nuestro informante cuando nos afirmó: «lo [la hakitía] hablamos en broma, pero resulta que la hakitía que hablamos nosotros es el árabe espanolisado. Por ejemplo decimos: «bastante bsslha venga ya feddi liya de una vez» o «se fue fulano a Italia y soy muy wahchiado» «andi wach dial hada eso wahchiado». o sea hablamos mal el español y mal el árabe»
(7).
Mientras este informante reconocía la existencia de otro tipo de hakitía, la mayoría de los demás niega saber palabras haquetíescas alegando «en casa de mis padres hablábamos español, nosotros vivíamos en el boulevard, nosotros no vivíamos en el soko», «cuando era niña, cuando decía alguna palabra de haketía, mis padres me prohibían hablar haketía», «cuando decía alguna palabra de haketía, mi madre me decía “esto no se dice” y a veces me castigaba. ¿Sabes por qué? Porque estaba mal visto hablar haketía. Era un dialecto vulgar y de gente ignorante.»
Testimonios como éstos ponen en tela de juicio la opinión que se tenía de la haketía: estaba prohibido hablarla en algunas casas, estaba limitada a la gente que vivía por el zoco y era un dialecto vulgar, peculiar tan sólo a la gente ignorante.

SINAGOGA NAHÓN, DE TÁNGER

     En definitiva, los prejuicios que se tenían desgraciadamente de la haquitía favorecieron su decadencia, su agonía y su extinción. De hecho, su desaparición se debió, principalmente, a razones de carácter socioeconómico y cultural.
A decir verdad cuando me llegaron al oído tales testimonios, me di cuenta de cómo un idioma puede desaparecer por prejuicios y dentro de mí llegué a decir: ¡Ya hasra! Pero a pesar de eso no me resigné. Quería averiguar si los mismos que manifestaban no saber absolutamente nada de hakitía me podían decir algunas palabras.
Fue difícil romper esa barrera de «no sé nada de Haketía». Y cuando se convencieron de que para mí la hakitía no es en absoluto vulgar, cuando cogieron algo de confianza, cuando percibieron mi gran curiosidad hacia ese dialecto totalmente ignorado por mí, cuando se sintieron seguros y relajados y finalmente cuando me presentó un conocido de mi padre como estudiante que investiga la comunidad judía de Tánger, sólo en ese momento, dieron riendas sueltas a sus recuerdos y empezaron a decirme palabras y frases como «está wahleado» (está en apuro), «está chonjreando» (está roncando), «fraja» (alegría), «farezmal» (fuera del mal).
     Había incluso un informante que, siendo originario de Casablanca, manifestaba con cierto orgullo: «yo soy de Casablanca y sé algunas palabras de haketía porque lo he aprendido aquí en el casino. Ellos cuando están juntos hablan, a veces, haketía. Pero cuando hay alguien extraño no quieren hablar, pero saben muchas palabras de haketía. Yo sé por ejemplo la palabra «alhotar», «se arsó el mazzal», «me vaya kapara por tí» y muchas otras. (8)
     Otro informante me cantó la siguiente «canción»:
«Por esos bulevares/ de 7 a 8/ pasean las alhasbas/ buscando novio/ me vaya kapara/ me vaya hálala.» (Las alhasbas son las chicas).
Es de subrayar que la mayoría de las palabras que hemos recogido tienen la raíz del árabe dialectal y la terminación del castellano.
Gran número de mis informantes fueron localizados en el casino mientras festejaban la fiesta de Hanukah, otros fueron entrevistados en la comunidad. Estos últimos me hablaron de las muchas sinagogas que existían en Tánger y de los dos cementerios judíos: el viejo y el nuevo. Luis Tangir, secretario de la Comunidad, refiriéndose a la sinagoga de Nahón me explicó: «Esta sinagoga estaba destruida y tiene más de ciento y pico años. Yo la descubrí y me encargué personalmente de restaurarla. En esta sinagoga estaba la crema y la nata de la judería de Tánger».
La mencionada sinagoga se va a convertir en museo en memoria de todos los antiguos judíos tangerinos; tiene el altar en frente a diferencia de las otras sinagogas. Ya no se celebran oficios en esta sinagoga.
     Como todos los informantes me hablaban de la semejanza que tiene la sinagoga de Nahón con la Alhambra de Granada, quería visitarla para tener la oportunidad de palpar personalmente dicha semejanza. Pedí permiso al secretario de la Comunidad y me brindó, gustosamente, su ayuda. Gracias a su enorme generosidad y acompañada por un empleado de la Comunidad, llegué a visitar todas las sinagogas encontradas en Tánger y pude notar el gran parecido que tiene la sinagoga de Nahón con la Alhambra de Granada. La gran semejanza reside, principalmente, en las placas de escayola usadas -éstas fueron traídas precisamente de Granada hace más de 100 años-, en los arcos y en los cristales colorados.

SINAGOGA NAHÓN, DE TÁNGER

     Aparte de ésta, quedan sólo cuatro sinagogas (9): la sinagoga de Benattar, la sinagoga de Bendrihen, la sinagoga Assayag y la sinagoga de Suiri. Las dos primeras tienen oficio diario mientras que las últimas se limitan a tenerlo sábados y festivos.
Una vez visitadas las sinagogas, deseaba entrar aunque fuera por pocos minutos, en el cementerio. Logré visitar, únicamente, el cementerio viejo donde descansan en un profundo y continuo sueño los antiguos judíos tangerinos, los que nacieron, vivieron y murieron en su querida Tánger, los que formaron la comunidad judía. Empecé a buscar nombres que me son familiares entre las numerosas lápidas y pude leer, entre otros, el nombre de Isaac Laredo (1946), autor de Memorias de un viejo tangerino. Hasta los años sesenta se seguía enterrando en el viejo cementerio pero hace unos treinta años se dejó de hacerlo; hará unos diez años enterraron al hijo del Presidente de la Comunidad.
Los minutos contados que pasé en el cementerio me inspiraron una emoción y una paz tan grandes que mientras miraba las interminables lápidas me llegué a decir «¡ya hasra!, ojalá pudiera volver el tiempo hacia atrás para tener la oportunidad de conocer a tantos ilustres judíos tangerinos». Pero me consolaba diciéndome que por lo menos queda algo del antiguo, fascinante y mítico Tánger pero ¿qué queda de aquel añorado Tánger?
Quedan los cementerios, en cuyas lápidas se hallan grabados para siempre los nombres de los que un día formaron parte de la comunidad judía. Quedan las sinagogas, que aunque sean pocas, mantienen viva esa religión que presenta el único punto distintivo del resto de la población. Quedan residuos de ese idioma que llegó a ser medio de comunicación de «los nuestros». Quedan los testimonios de las personas que convivieron, y siguen conviviendo, con la comunidad marroquí. Quedan las varias instituciones creadas como el asilo y hospital Benchimol, la sede de la comunidad y el casino que cada tarde reúne, con gran orgullo, a los «suyos» y se convierte en el único testigo que presencia los restos de la hakitía. Quedan las personas que mantienen viva a la comunidad judía de Tánger. Quedan aquellos que no cambiarán -por nada en el mundo- su ciudad porque «en Tánger te hablan las calles, te hablan las piedras, todo te habla» (10). Quedan miembros de familias de mucho prestigio como Azancot, Bengio y Assayag. Quedan finalmente los recuerdos que permanecen vivos en la mente de cada judío tangerino, recuerdos que sólo la muerte es capaz de borrar, recuerdos que se nutren cada día con una referencia, por muy infame que sea, al pasado porque como dice Milán Kundera: «La lucha del ser en la vida es la lucha del recuerdo contra el olvido».
Tánger seguirá siendo ese «paraíso perdido» que siempre está dispuesto a acoger a «los suyos», a esos «hijos adoptivos» que un día abandonaron su Tánger de cuerpo pero no de alma, esos hijos que siempre vuelven iniciando el flash back con un ¡ya hasra!, esos hijos que han sido, son y serán fieles a la ciudad que un día vio nacer y crecer a un antepasado.
Y ahora con la sinagoga de Nahón, que se está convirtiendo en museo en memoria de todos los judíos de Tánger, la ciudad aguarda, con gran orgullo e inmensa impaciencia, ese día que le brindará —una vez más- la oportunidad de abrazar a todos sus seres queridos.
No quisiera terminar con un ¡ya hasra! porque mientras siga viva una minoría judía en Tánger, se podrá recoger ese eco que recobra fuerza y resonancia, resonancia y vida.

Rajae Boumediane el Metni

*****

NOTAS DEL TEXTO:

1 – Expresión árabe que significa: ¡qué pena!
2 – Estadística facilitada por Luis Tangir, secretario de la Comunidad de Tánger. Hay 12 personas entre 2 y 15 años, 12 entre 15 y 25, 6 entre 25 y 50, 12 entre 90 y 100 y los demás tienen más de 60 años. Es de señalar que la mayoría de los jóvenes estudian fuera de Tánger.
3 – En 1960, la comunidad judía contaba con 6.300 judíos.
4 – Así llamaban los judíos del Norte de Marruecos a los del interior.
5 – J. Benoliel, Dialecto judeo-hispano-marroquí o hakitía, Madrid, 1977, p. 27.
6 – La primera escuela de la Alianza Israelita Universal se abrió en Tetuán en 1862.
7 – Este informante reconoció la existencia de otro tipo de hakitía formada principalmente de palabras del dialecto marroquí. La traducción respectiva de los dos ejemplos es: «basta ya de bromas, termina de una vez», «se fue a fulano a Italia y le echo mucho de menos. Wahchiado es echar de menos.»
8 – Esta es la traducción que me dio el mismo informante: «Alhotar» (ahorrar- guardar), «se arsó el mazzal» (tuvo mucha suerte), «me vaya kapara por tí» (lo doy todo por ti)
9 – Antes llegaron a coexistir 17 sinagogas en una misma calle denominada por eso «calle de las sinagogas». Hasta hoy día, y aunque la calle tiene otro nombre, sigue el letrero con el mismo nombre escrito en árabe, en español y en francés. Actualmente en esa misma calle quedan sólo dos sinagogas: la de Nahón y la de Suiri.
10 – Son palabras de un judío tangerino que me causaron una gran emoción.
Membranzas (Memorias) de mi mancebes (juventud) en Larache Ma’ase de los churros. Solía pasar largas temporadas en Larache en cazza de mis tías. Me gustaba ir a mercar churros para el ftor (desayuno). Primero entraba a la papelería Damián a mercar unos cromos para mi y una novela de Corin Tellado pa mi prima; mamá las llamaba-: “histoires a l’eau de rose” (cuentos con agua de rosa), de lo que suspiraba mi prima; discués me iba a una churrería que estaba detrás del bar Matías de la caleja Chinguiti, ueno no era ninguna baqqala (tienda) máz bien una churrería ambulante en un rincón de una caleja, al final de esa caleja estaban los almacenes Martinez; ahí laboraba un primo enmuestro.

     La señora churrera era una mujer gorda con unas tetas cade que, y eran para mi como un techo, yo era un tapito de cortita y no cudía ver su cara. Ella siempre vestía de preto (negro) con un delantal grande marrón. Cuando me veía se areía y me llamaba -petite brebis frisée- obejita rizada, por la cantidad de bucles que tenía. Me contó que vivió unos años en Marsella durante la guerra civil; su marido estuvo en el frente popular y mandó a la mujer y a los hijos a salvo en Francia, saha (pero) los mal.logrados (canallas) de los franquistas le fusilaron.
A mi me gustaba ver todo el proceso del hazer los churros. En frente de ella había una hoguera con una sartén redonda bien grande llena de azzeite cayente. Me quedaba wuakfeada (de pie) cabe el carrito, ‘ajbeada (sorprendida) de ver como manejaba la churrera dándole ueltas como un tornillo, y salía la masa luwándose (retorciéndose) como si fuera un guzzano, directamente en la sartén. Había que gablearlo (vigilarlo) para que la braza no sea muy cayente y quemé el azzeite. Cuando la masa estaba bien jamreada (dorada) sacaba ese churro el “redondel” como lo llamaban, de la sartén y le ponía sobre papel para empapar l’azzeite; lo cortaba en cashitos (pedazos) como unos 10cm o máz los empolvaba con azucuar. Me los ponía en papel absorbente y volvía a cazza. El golor (olor) era tan endiamantado (bueno) que no cudía resistir la tentación de gostar uno y otro en el camino; cuando llegaba a cazza, mi tía me miraba de reojo con una sonrizita.

LARACHE

     Todos estaban sentados en la mezza asperando el ftor (desayuno), el tipad (tetera) de té verde con hierbawuena estaba aprontado (preparado) sobre la mezza con los bazzitos dorados de vidrio, ponía los churros en un plato grande y tamién (también) biscochitos.
A mi me gustaba de vez en cuando chocolate espeso, lo hazzia con kashitos (pedazos) de chocolate que ponía a derretir y un poco de leche.
El día que venian convidados (invitados), tita los serbía en la sala; la sala era muy bonita; tenía cuertas de vidrio caladas, en las paredes colgaban gobelinos auténticos, en los rincones habían jarrones grandes de porcelana china y contra una pared había un bufete de madera muy fina con cuertas de cristal de colores, una maravilla; le tenia repleto de cristalería y más hajitas (cositas) endiamantadas, la mezza grande era tamién de madera muy fina. En esos tiempos de yahasra mi tio tenia muchos chavos (dinero).
Tita traía la senilla (bandeja) redonda de plata que la mercó su marido en un viaje de negocios a Fez; ahí ponia el tipad de plata y los basitos de té del bufet. Tamién traía dulces de muchas clases y letuario las pascuas (menos el pesaj) ponia fijuelas, maronchinos, mazapanes, cabahzales. Se pasaban la tarde hadreando (hablando), melgheándose (bromeando) y arriéndose y ¡a immá! qadeso makleaban (comían) esas mujeres, parecía que tenían flaqueza (hambre). Yo no entraba ahi, nada más saludaba, me daban bezzos como ventozzas, siempre me limpiaba la cara.
La sala era para comer el Sabad, pascuas y bizita, las cuertas quedaban aferrojadas (cerradas) los otros días de la semana.
Al medio día, en la semana me mandaba al bakalito del Susi Brahim que hazía esquina con la caleja Daisuri, a mercar lo menester para los bocadillos; cuando él me ve veía entrar dizía: halaquila la francezita.
-¿Que se le sirve hoy guapa?
-Una peseta de azzeitunas y otra de atún –contestaba.
De allí pasaba a la panadería Alarios que estaba justo al cruzar a mercar panecitos.
Discués de uen ttiempo m’ acostumbri a mercar por peceta todo; mozotros en Soko l’arba mercabamos por kilo, por litro, por cashas (cajas).


Don Aurelio Gómez Paños 
    Encima del susi (tendero) vivía Don Aurelio el muziko con su famia, todos los hijos eran muzikos. En el mizmo foqi (piso) vivía la familia de Aiash del periodista del “Chivato de Larache”, una de las hijas era amiga mía; abasho vivía la familia de Mercedes Lezerovich y por otra entrada mi tía Simha Ovadia hermana de mi auelo paterno. Era una cazza endiamantada; a la entrada habían cuatro scaleras, el pasillo era largo y ancho todo de azulejos. Me gustaba sentarme en las escaleras, hazia mucho frezco.
Tia Clara vivía en las cazzas de Mose Assayag; en esas cazzas moraban unas cuantas famias judias como los de Oziel, que stan awera en Andorra, Señora Preciada y famias españolas como los Montecatines que tenían una pastelería frente al Cine Ideal. Había un ambiente de hermandad. Al fondo de esa caleja staba el molina de harina.
En frente de las cazzas había un terreno vazío, todo arena, mozotros los niños juwuabamos en el. El verano se ponía ahí el circo español. ¡Como moz farjeabamos (alegrabamos)! con payasos, los trapecistas se colgaban al aire, que spanto. Un tio que tenia un cine, mos traia entradas debalde.
Un verano cuando avoltí a Larache encontrí que habían fraguado un comedor para lo pobres, en el mizmo luwar donde ponían la carpa del circo. Señora Strella Amselem una gran mizbotera (benevolente) era la que bushco los chabos, preparo todo, jatta se ponía delantal y mekneaba (servía) la comida. Recibían acuda (ayuda) financiera y productos alimentarios del Joint Americano, una organizacion judía de benevolencia.
Señora Strella quería mucho a bapá (papá) que era muy amigo de sus hijos Abraham el farmacéutico y Amran el dutor; ella es la que empusho a auelito a mandar a bapá a estudiar a Madrid; bapá y Abraham ambezzaros (estudiaron) juntos en la universidad en Madrid.
Ua esto voz contaré.

Mercedes Dembo Barcesat



     En 1977 se reeditó el libro Dialecto judeo-hispano-marroquí o Hakitía, de José Benoliel, patrocinada por Rafael Benazeraf. José Benoliel nació en Tánger en 1888. Tras estar unos años en España, regresó a Tánger, donde estudia antes de continuar en la Alliance Israelite Universelle de París. Fue profesor de esta institución en la capital francesa, en Tánger y en Mogador. Falleció en 1937.





   
Libro curioso, con un amplio glosario, y en el que encontramos el origen y significado de muchas de las expresiones que se utilizaban en Larache y Tánger por los que dominaban el hakitía o jaquetía.

El capítulo VIII está dedicado a las baldiciones (maldiciones). Y dice Benoliel: “Lasbaldiciones (maldiciones) son el arma de quien no tiene ni puede llevar otra. (…) Se baldonó por venganza y desagravio, se baldonó por gracia y recreo, se baldonó a desafío, se baldonó por baldonar, o por no saber hablar sin salpimentar cada frase de baldiciones apropiadas…”

Algunas de las que recoge son (me fascinan las palabras adaptadas al jaquetía, su gracia, su musicalidad):
No te quede amo ni dueño! (Esta es realmente una bendición en tono de maldición)
Venga una estruisión que lo estruya todo!
Se vaya y no volva!
Le entre un Huerco en las tripas!
Le entre una puliyya (polilla) que le apoliyye.
Le coma el león discués (después) de harto!
Se le caiga el mazzal (la suerte)
Le morda un alacrán
Le griten al oído y no lo oya!

El capítulo X, por su parte, está dedicado a los juramentos.

Entre los juramentos, recoge Benoliel, entre otros, los siguientes referidos a los juramentos hechos con el fin de vencer la resistencia ajena y de obtener lo que se desea, por ejemplo, lo que le dirá una madre a su hijo para convencerlo de algo:
Así me eches en el foyo
Así me llores

Y entre los refranes, esta curiosidad:
¿Quién alaba a la novia mocozza? Su madre la tiñozza.

También se dice: ¿Quién alaba a la novia coxa? Su madre la tullida (pr. tuyida); o¿Quién alaba a la novia tuerta? Su madre la cegata, o la maboxa, etc… Hay aún otras variantes sobre este mismo tema, cuyo significado es que para alabar un defecto o vicio es preciso tener otro igual o mayor. (…) También se emplea para denotar que, por mala que sea, una mercancía es siempre alabada por quien de ella se quiere deshacer, vendiéndola por buen precio.

En fin, unas notas sobre la hakitía o la jaquetía, otra herencia de la convivencia de las tres culturas en Larache, Tánger, Tetuán… Una hermosa herencia que se desvanece en el tiempo.

Sergio Barce, mayo 2015








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