miércoles, 17 de agosto de 2016

Caminando con Camus

Un “pied noir” considerado como “el hombre de las dos  patrias”

“El  sol  que  brilló  sobre  mi  infancia  me  privó  de  todo  resentimiento.”
Personalmente  me  he  identificado  mucho  con  el  pensamiento  y  su   literatura,  en  mi  adolescencia  y  juventud, con  Camus,  quizás  por  el  mismo  hecho  de  haber  nacido  en  el  norte  de  África  al  igual  que  él   y en  medio  de  una  determinada  pluriculturalidad,  pero  también  por  sentirme  identificado  con  muchas  causas  perdidas  por  encima  de  barreras  de  raza  o  religión. 
Cuenta  J. Reverte  que  fue  viajando  hasta  Argel, donde  nació  Camus, buscando  su  espíritu  en aquellas  calles, aquellos  zocos,  rincones de aquella  ciudad,  aquellas  playas,  aquel  paisaje. Expatriado doble (era francés  y  argelino) hijo de madre española  analfabeta. Se  inculturó  totalmente  en  el  mundo  árabe. Lo  dejaron  solo, especialmente   por  parte  de  la  intelectualidad  gauchista  francesa,  cuando  surgió  el  conflicto  por  la  liberación de Argelia, empezando por Sartre, proclamaba  los  derechos  a  vivir  como  argelinos, en  Argelia, de  todos  los  pied noir,  nacidos  como  el  allí  en  territorio  argelino. Tanto  Francia  como  Argelia  le  volvieron  la  espalda. Podemos  decir  de  él  que  fue  un  hombre  solidario  y  solitario. Fue  solidario  con  las  causas  perdidas  y  justas. Dedicó  a  su  madre, española,  analfabeta,  su gran  libro  póstumo El  primer  hombre: “A  mi  madre  que  nunca  podrá  leer  este  libro”. Es  fiel  a  su  origen  y  su  origen  es  su  madre. Cuando  escribe  El  primer  hombre   cuenta  el  encuentro con  la  tumba  de  su  padre,  muerto  en  la  Primera  Guerra  Mundial.  Y  halla  que  él  es  ya  mayor  que  su  padre cuando  murió. Se  aferra  a  la  patria  a  la  que  todos  deberíamos  volver  algún día, algún  momento,  a  la  infancia.  Y  vuelve  a  sus  playas  de  la  infancia,  donde  fue  feliz,  acariciado  por  la  arena,  las  olas  y  el  sol. Le  debe  mucho  a  la  felicidad  del recuerdo de  su  infancia: “El  sol  que  brilló  sobre  mi  infancia  me  privó de  todo  resentimiento.”

En El primer hombre, Albert Camus dedica un emocionado recuerdo al que fue su profesor en la escuela elemental, el señor Germain, al que en el libro llama señor Bernard. Este buen hombre es un arquetipo de tantos y tantos maestros que con un sueldo miserable, en escuelas humildes  de pueblos perdidos fueron capaces de atraer la atención de algunos de sus alumnos hacia la cultura y el saber. “Con el señor Bernard la clase era siempre interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo”. A los chicos pobres como el joven Camus la escuela no solo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del señor Bernard por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir. Más aún, el maestro no se dedicaba solamente a enseñarles lo que le pagaban para que enseñara: los acogía con simplicidad en su vida personal, la vivía con ellos contándoles su infancia y la historia de otros niños que había conocido, les exponía sus propios puntos de vista, no sus ideas, pues siendo, por ejemplo, anticlerical como muchos  de sus colegas, nunca decía en clase una sola palabra contra la religión ni contra nada de lo que podía ser objeto de una elección o de una convicción, y en cambio condenaba con la mayor energía lo que no admitía discusión: el robo, la delación, la indelicadeza, la suciedad.

Al  quedarse  solo  se  siente  extranjero. Lo  narra  en  El  extranjero,  esa  playa,  que  queda  ya  en  la  literatura: “Comprendí  entonces  que  había  roto  la  armonía  del  día,  el  silencio  excepcional  de  una  playa  en  la  que  había  sido  feliz”. Le  dejaron  solo.  Ni  siquiera  en  el  liceo  donde  estudió  hay  un  retrato  suyo,  porque  los  llamó  árabes. Pero  en  ese  mismo  libro El  extranjero él  no  exculpa  al  que  mata  al  árabe, ni  mucho  menos.


El  personaje  de El  extranjero,  nace  del absurdo. Comete  un  crimen  absurdamente y Camus  lo  cuenta  como  parte  del  absurdo. Camus  fue  galardonado  en  1957  con  el  premio  Nobel de  literatura. Hoy leyendo  y  releyendo  de  nuevo  La  peste,  me  he  trasladado  en  un  corto  viaje  a  las  calles  y  los  zocos  de  Argel. 





























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