La historia de la
“Estación de salvamento”
es una vieja
historia, con distintas
variantes, empleados por varios
educadores y guías
espirituales, entre los que
cabe citar por
supuesto al conocido
jesuita hindú Toni
de Mello. Todos los
que nos consideramos
educadores la hemos
empleado en sus
“distintas variantes” para enseñar
a los más
pequeños, que a
veces los motivos
originales y nobles
del surgimiento de una
iniciativa bonita para
ayudar a los
demás, con el
tiempo se va
olvidando, e incluso revistiéndose
de una cada
vez menos fina
capa de “pintura histórica”
que hacen olvidar
aquellos nobles fines
para los cuales
partió una iniciativa quedando al
final en una
asociación que no
tiene nada que ver
con lo originario.
Y esto podríamos
emplearlo en el
surgimiento quizás de
los primeros cristianos,
las asociaciones de
acogida a emigrantes,
la cruz roja,
el mismo origen
del surgimiento de la nación
española, el olvidar
que todos fuimos
emigrantes y no
sensibilizarnos ahora con los
problemas de ese
colectivo, etc.
“Cuentan que en un
determinado lugar de una accidentada
costa, donde había
frecuentes naufragios, existía
una pequeña y destartalada estación de
salvamento que constaba de una simple
cabaña y un
humilde barco. Pero
las pocas personas
que atendían lo
hacían con verdadera dedicación,
vigilando constantemente el
mar e internándose en él
intrépidamente, sin preocuparse
casi de su
propia seguridad si
tenían sospecha de
que en alguna
parte había algún
naufragio. De este modo se
salvaron muchas vidas
y se hizo
famosa la estación.
Y a medida
que crecía dicha
fama, creció también el deseo
por parte de
los habitantes de
las cercanías, de que
se les asociara
a ellos a
tan excelente labor.
Para lo cual
se mostraron generosos
a la hora
de ofrecer su
tiempo y su
dinero, de manera que
se amplió la
plantilla de socorristas,
se compraron nuevos
barcos y se
adiestró a nuevas
tripulaciones. También la cabaña
fue sustituida por un confortable
y cómodo edificio
con todas las
modernidades y refinamientos, capaz de
satisfacer adecuadamente las
necesidades de los
que habían sido
salvador del mar,
y naturalmente como
los naufragios no
se producen todos
los días, se convirtió
pronto en un
popular lugar de encuentro de
ocio, en una
especie de club
social.
Con el paso del
tiempo, la vida
social se hizo
tan intensa que se
perdió casi todo el interés por
el salvamento, aunque a todo
el mundo ostentaba
orgullosamente las insignias
con el lema
de la estación. Pero
de hecho, cuando alguien
era rescatado del mar,
siempre podía detectarse el
fastidio, porque los náufragos
solían estar sucios
y enfermos y
ensuciaban la alfombra
y los muebles.
Las actividades sociales
del club pronto
se hicieron tan
numerosas y las
actividades de salvamento
tan escasas que en
una reunión del
club se produjo
un enfrentamiento con algunos
miembros que insistían
en recuperar la finalidad
y las actividades
originaras. Se procedió a
una votación y
aquellos alborotadores, que
demostraron ser minoría, fueron invitados
a abandonar el
club y crear
otro por su
cuenta.
Y esto fue justamente
lo que hicieron: crear otra
estación en la
misma costa, un
poco más allá, en la
que demostraron tal desinterés de sí
mismos y tal
valentía que se
hicieron famosos por su
heroísmo. Con lo cual
creció el número
de miembros, se reconstruyó la
cabaña…y acabó apagándose
su idealismo.
En toda la
zona se pueden ver
todavía hoy una
serie de clubes selectos
a lo largo de la
costa, cada uno de los
cuales se siente
orgulloso, y con razón de
sus orígenes y de
su tradición. Todavía siguen produciéndose
naufragios, pero a nadie
parecen preocuparles demasiado.”
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