A medida que crecemos
y se nos
empieza a adiestrar
para el trabajo, para la
mansedumbre y la
desdicha, el hábito
de la imaginación, dice Muñoz
Molina, se vuelve incómodo, peligroso e inútil.
No porque sea
un proceso natural, sino porque hay
una determinada presión social
para que no nos convirtamos en individuos
sanos, felices y autónomos, sino
en súbditos dóciles, en
empleados productivos, en lo
que antes se
llamaba hombres de
provecho.
El juego, la
fábula y la
imaginación pierden su
soberanía y se convierten
en proscritos. Pero
la imaginación es
muy fuerte y tarda en ser vencida.
El periodo de nuestra
vida en que se
libra la
batalla definitiva transcurre
en el final de nuestra
infancia y en
la adolescencia. No es
casual que sea
en ese tiempo
cuando nos aficionamos
a la literatura
y a la
rebeldía, y cuando se decide inapelablemente nuestro
porvenir.
La tarea del
que se dedica a introducir
a los niños
y a los jóvenes
en el reino de los
libros es enseñarles
que estos no son monumentos
intocables o residuos
sagrados, sino testimonios cálidos de
la vida de los
seres humanos, palabras
que nos hablan con
nuestra propia voz
y que pueden
darnos aliento en
la adversidad y entusiasmo o
fortaleza en la desgracia. Decía Ortega
y Gasset que los
grandes escritores nos
plagian, porque al leerlos desabrimos
que están contándonos
nuestros propios sentimientos,
pensando ideas que
nosotros mismos estábamos a
punto de pensar.
La literatura no es
aquel catálogo abrumador
y soporífero de fechas
y nombres con que
nos laceraban en
nuestra infancia adolescencia
nuestros profesores de
lengua y literatura, sino un tesoro
infinito de sensaciones, de experiencias
y de vidas. Gracias a
los libros, nuestro
espíritu puede romper
los límites del espacio
y del tiempo, de manera
que podemos vivir
a la vez en
nuestra propia habitación
y en las
playas de Troya, en las calles
de Londres, en las
de Nueva York
y en las
llanuras heladas del
Polo Norte. La literatura
es una ventana
y un viaje, también es un
espejo. Ese donde vemos
salir de pronto
nuestros sentimientos más
profundos y es
cuando pensamos que
el autor nos
ha plagiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario