Érase una vez
un famoso científico de
temperamento cerebral y mente
calculadora, insensible, que
se burlaba de
las emociones ajenas.
Y ajeno a los sentimientos, era adusto, frío, calculador, pero
en su profesión
había alcanzado renombre
internacional. Fue invitado
a realizar una
ponencia en un
congreso de científicos. De hecho, era
la figura central del
mismo: tal era su fama. Llegó
al hotel en
el que iba a
alojarse y, al entrar
en la habitación, descubrió allí a
una mujer de deslumbrante belleza
y que, sentada sobre
un cojín tocaba
melodiosamente el arpa.
-¡Disculpe!- se
excusó el científico- Me han debido dar una
llave equivocada.
Sin embargo, la atractiva mujer
le invitó a pasar
y a sentarse
a su lado. El
científico no rehusó
la gentil invitación. Comenzó a
observarla detenidamente,
recreándose en sus
rasgados ojos negros,
sus oscuros cabellos
sedosos, la piel
anacarada y esos dedos, finos y
delicados, que no dejaban de
hacer que fluyeran
los sonidos más embelesadores
de las innumerables
cuerdas del arpa de plata. A
medida que la
misteriosa dama tocaba
el instrumento, el
hombre iba experimentando las más diversas
emociones. Al tocar una
cuerda, sentía amor; al
tocar otra, desesperación; con otra miedo, con
otra plenitud, y así…sucesivamente. Durante unos
minutos experimento todos
aquellos sentimientos que
nunca en su
vida habían contado en
su quehacer diario,
donde solo había
cabido la presencia
impositiva del intelecto.
De repente la mujer
tocó una cuerda
que provocó su
llanto. Lloraba…lloraba como
un niño; él, precisamente
él que durante
años no había
derramado ni una sola
lágrima. Después ella se incorporó, se
aproximó a él
y acarició sus
cabellos durante unos
instantes, para, a continuación, de forma
mayestática, abandonar la estancia. El
científico se enjugó sus lágrimas y
salió impresionado de la
habitación. Se preparó para
asistir al salón de
actos. Todos los asistentes
esperaban su ponencia
con entusiasmo y
expectación ¿Sería sobre la
energía nuclear? ¿Sería sobre Chernovil y
el peligro de la
radiactividad? ¿Tal vez
sobre el comienzo de
la vida orgánica? ¿O
quizás mejor sobre los agujeros
negros en nuestro
mundo? El hombre quebró
el silencio que
reinaba en la
sala y comenzó a
hablar.
-Respetados y admirados
colegas. Solo hay una vía y
no es otra
que el amor. Si
poseéis muchos conocimientos, pero,
como era mi caso, carecéis de
emociones, sois como
una caña de azúcar
sin azúcar.
La mayoría de
los científicos, sin poder
salir de su
perplejidad, pensó: “HA PERDIDO
LA CABEZA ¡! Se ha vuelto loco ¡!...pobre loco.”
Y desde aquel
momento dejaron de invitarle
a los
congresos científicos, pero
ya no lo
necesitaba, porque HABÍA
HECHO EL DESCUBRIMIENTO MÁS
IMPORTANTE DE SU
VIDA: LA EXISTENCIA
DE EMOCIONES Y
SENTIMIENTOS.
Dice Pablo a
los Corintios: “Ya puedo
hablar inspirado y
penetrar todo secreto
y todo el
saber; ya puedo tener
toda la fe,
hasta mover montañas,
que si no tengo
amor, no soy
nada”. (1 Corintios 13, 2)
CUANDO LAS EMOCIONES
ESTÁN BLOQUEADAS Y
NOS PARAPETAMOS TRAS
EL MURO DE LA
APARENTE INDIFERENCIA, SIEMPRE PUEDE
SURGIR ALGUIEN QUE
POR FORTUNA TAÑA
LA CUERDA DEL ARPA DE
NUESTRA ALMA Y
COMIENCEN A FLORECER LOS
MÁS HERMOSOS SENTIMIENTOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario