“Una historia china
hablaba de un
anciano labrador que tenía un
viejo caballo para
cultivar sus campos. Un
día, el caballo
escapó a las
montañas. Cuando los vecinos
del anciano se acercaban para
condolerse con él
y lamentar su desgracia,
el anciano les
repitió: ¿Mala suerte…Buena Suerte?; ¿Quién sabe?
Una semana después,
el caballo volvió
con una manada
de caballos salvajes. Entonces los
vecinos felicitaron al
labrador por su
buena suerte. Este les
respondió: ¿Mala
suerte…Buena suerte? ¿Quién sabe?
Cuando el hijo del
labrador intentó domar
uno de aquellos caballos salvajes, cayó
y se rompió
una pierna. Todo el
mundo consideró esto
como una gran desgracia. No así el
labrador que se
limitó a decir: ¿Mala suerte…Buena
suerte?¿Quién sabe?
Unas semanas más
tarde, el ejército
entró en el
poblado y fueron
reclutados todos los
jóvenes que se encontraban en
buenas condiciones para
ir a la
guerra. Cuando vieron al
hijo del labrador en
aquel estado con la
pierna rota postrado,
lo dejaron tranquilo. Los vecinos
se querían alegrar
con el anciano: ¿Mala suerte…Buena suerte?¿Quién
sabe?
Todo lo que
a primera vista
parece un contratiempo
puede ser un
disfraz del bien.
Y lo que
parece bueno a primera
vista puede ser
dañino. Así pues, sería
una postura sabia
que contemplemos las
cosas y los
acontecimientos de nuestra
vida como oportunidades
para algún bien, más que
una amenaza del
mal.”
Ante esta
historia que me
contaba mi padre
quedé pensativo . Mi destino, en
un lugar tranquilo, en
oficinas militares, ¿había sido buena
suerte?
Sin embargo esto
me hace recordar
la vida del
jesuita Pierre Teilhard de
Chardin que siendo
un joven jesuita
instalado en París y
con un importante
cargo de investigación en
dichas dependencias, al
ser destinado por
sus superiores a Pekín,
se rebeló, se
crispó e hizo
todo lo posible
para a través
de sus amistades
y enchufes hacer
variar a los
superiores dicho destino.
No pudo ser
y al final
desolado y deprimido
acabó en su
destino en China. Fue sin embargo
allí donde le
esperarían en pocos
años los grandes
descubrimientos
antropológicos en línea
de la evolución
y del eslabón
perdido que le
darían fama mundial: ¿Mala suerte…Buena
suerte? ¿Quién sabe? Lo
que sí es claro
que estos dos
ejemplos anteriores me
hacen plantearme personalmente
que no siempre SOMOS
LO QUE ELEGIMOS, no
siempre se sabe dónde
puede estar nuestra
suerte o encontrar nuestros
caminos personales de
realización humana.
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