El héroe y el antihéroe: morir en el Polo por una buena causa
Ante dos nombres
contrapuestos, el nombre de Peary, él
explora sin escrúpulos y
el del inglés
Henry Worsley que
hace poco fallecía
intentado cruzar la Antártida
a fin de
recaudar dinero para
ayudar a soldados
heridos.
Por el contrario,
el hielo polar
recientemente ha alumbrado
otro héroe británico.
Un héroe en
la línea del
capitán Scott, es decir
un héroe muerto
en acto de
servicio. El explorador inglés Henry
Worsley, de 55
años, falleció el
domingo 24 de enero de
2016 tras ser
rescatado in extremis
mientras trataba de
cruzar por primera
vez la Antártida
en solitario y
sin apoyo y que
se disponía a
cruzar con un
objetivo benéfico con
un muy noble fin: recaudar
fondos para una
fundación destinada a ayudar
a soldados heridos, gente menos
afortunada que él, decía,
que había salido
indemne de 36
años de servicio
activo. Pretendía reunir 100.000
libras y las
donaciones afortunadamente han
superado las 106.000.
Mientras lo que
Peary buscaba era la
fama, y a
través de ella,
el reconocimiento social
y la riqueza y
tenía mala fama
entre los exploradores
de aquellas tierras (ya
de adolescente se
entretenía ponerle zancadillas
a su abuelo
porque le divertía
ver caer al
suelo al anciano), H. Worsley representa
el héroe filantrópico
derrotado por la
adversidad que no
por el miedo, rasgo
que hubiera placido a R. Kipling. Ante la
aventura de Henry Worsley
que representa también
la lucha de
nuestros sueños por
un mundo éticamente
más posible y
hermanado, uno solo
puede como suelen
hacer los buenos
SCOUTS, quitarse el sombrero
de tres
bollos, el de siempre, el canadiense,
y lanzándolo al
aire gritar interiormente un
último triple huya
por un hombre
valiente y por
un verdadero gentleman.
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