OMNES HOMINES, QUE
DE REBUS DUBIIS
CONSULTAN, AB ODIO, AMICITIA,
IRA , ATQUE MISERICORDIA VACUOS
ESE DECET
Esta noble inscripción en latín, que
figura en el
friso superior de la bóveda circular
de la sala
capitular del ayuntamiento
de Sevilla es
sin duda una
invitación que pretendía
recordar a quienes
allí se ubicasen
sus posaderas para
administrar la ciudad con
absoluta imparcialidad y
mirando siempre al
bien común. Y en
general es una
inscripción dirigida a
que los hombres
que deben legislar
leyes y decretos
para proteger y
hacer avanzar al
pueblo y a
esta ciudad, que
ocupen sus asientos
y entren en
esta sala, no
se dejen llevar
por las pasiones
y la intolerancia,
reflexionen sobre el
daño al que
puede llevar una
irresponsabilidad si se
dejan llevar de
prejuicios y el
daño que pueden
hacer a las
personas, cuando por
sus cargos sin
embargo han sido
elegidos para ser “servidores del
pueblo”. Y a
raíz de un artículo de Juan
J. Morillas me
sumo a esa
opinión y a ese pensamiento.
En la leyenda a mencionada, partiendo de
citas, algo alteradas, del libro de Salustio De Comiuratione Catilinae,
del Éxodo y del Deuteronomio, podemos
traducirla así: “Es conveniente
que todos los
hombres, que deliberan
sobre temas dudosos,
estén libres de
odio, ira , amistad
y misericordia. No
fácilmente prevé el
espíritu lo verdadero cuando
aquellas cosas estorban.
No sigas a
la turba para
hacer el mal
ni en el
juicio te doblegues
a la opiniones
de la mayoría de
tal modo que te desvíes de lo
verdadero. Escuchad a aquellos,
juzgad lo que
es verdadero, sea
aquel ciudadano sea
aquel peregrino, ninguna
distinción habrá de personas, así
oiréis lo pequeño
como grande y no
consideréis la posición de
cualquiera porque el
juicio es de Dios.
Y es que
a veces, obcecados por
su virulento rechazo
a cualquier ideología
que no sirva
sus intereses, y
especialmente la cristiana,
sin considerar su
historia, ni trayectoria,
su ingente obra
social (especialmente en esta
dura crisis económica)
su finalidad de
llevar el bien
y la paz
a los hogares
y las personas
menos necesitadas, estos pseudopolíticos que
solo se contemplan a sí mismos
enrocados en discursos
añejos, oxidados, que huelen
a alcanfor. Estos vociferadores de
viejas escuelas afortunadamente olvidadas, no
han leído, ni les
interesan (ya lo dice
la Biblia: “No se
ha hecho la
miel para el
burro”) estas sabias recomendaciones, no
porque estén en
la lengua clásica
más universal (que desconocerán
por supuesto) sino porque
están ciegos de
esa ira, de ese
odio, al que
alude la inscripción
latina del romano
Salustio, hacia la Iglesia
Católica y no
muestran precisamente tampoco
ni amistad ni
misericordia hacia quienes
solo responden con sus
buenas y laudatorias
obras, con el
perdón por los
excesos, con la continuidad de
su mensaje de
amor hacia todos
los hombres.
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