Algo más que un nombre en la geografía emocional tetuaní
El Gorgues,
estaba allí frente
a nosotros, era imposible
ignorarlo miráramos desde
donde miráramos por
las calles de
aquel Tetuán de
nuestra infancia. En nuestra
memoria está asociado
a inolvidables recuerdos de
excursiones al Yarguis y
al pico las
monas. Hoy quiero
traer aquí el
recuerdo emocionado a
ese punto querido
de nuestra geografía
tetuaní, de Salvador Fdez.
Julbez en las
páginas del ABC de
Sevilla a finales
de los años
80.
“Recuerdo, tal y
como si fuera
hoy, las excursiones
que con cierta frecuencia
hacíamos hasta las
estribaciones del Monte Gorgues. El Gorgues, sempiterno
centinela de Tetuán, encallejona,
junto al Dersa a
la que fue
capital del protectorado de
España en marruecos. Pero
el Gorgues tenia para
todos nosotros mucha más sugestión
que el Dersa y
la razón predominante
era que en
los fríos días de
invierno, cuando el viento del norte
visitaba Tetuán, sus cimas
aparecían coronadas por
un manto de nieve.
Parecía extraño y
paradójico que desde
una ciudad del
norte de África, cuyo
clima era de
los denominados templados y
húmedos, pudiera divisarse, a
tan corta distancia, el sólido elemento,
que al salir
el sol, antes
de morir derretido por
sus rayos, refulgía
como si una
alfombra cristalina se
esparciera sobre sus laderas.
Por eso cuando
en el colegio del
Pilar, el infatigable
don Juan Lecue nos anunciaba…“mañana jueves
vamos a ir
de excursión al Gorgues; puede apuntarse
quien quiera”, toda la
clase en bloque
respondía con un ¡Ah!
de entusiasmo y
asentimiento y no había nadie
que no estuviese
al día siguiente,
a la hora
de partida, en
el patio del colegio.
No vayan a
imaginarse, queridos lectores,
que la excursión
al Gorgues entrañaba riesgo
alguno, ya que
como dicho queda
anteriormente solo llegábamos
hasta sus estribaciones, aunque
a veces subiéramos
hasta la Torreta donde se
hallaba la estación del Servicio de Agua de Tetuán; pero estar más cerca
de la nieve, poderla sentir
lo mismo que el fresquísimo vientecillo
nos bastaba y
sobraba para pasar
un día realmente
excepcional. Mis muchos
y buenos amigos
que allí residieron
estarán de acuerdo conmigo que
esta excursión, que tenía inevitable parada y
fonda en el Yarguis,
era de
las más bonitas
que podían realizarse.
El recorrido que
hacíamos era a través
de estrechos y
serpenteantes caminos terrales
rodeados de cañaverales
y chumberas que
le daban a
aquellos parajes un
tono exótico y pintoresco, mientras
que muy cerca corrían las
aguas del río Martín, que nos traían con
sus murmullos una
sensación de optimismo y
de agradecimiento a
la madre naturaleza.
Los días de
excursión al Gorgues han quedado para
siempre grabados en mi
memoria y por
mis retinas pasan, en
una sucesión continua
de diapositivas imaginarias,
aquellos momentos tan maravillosos e
irrepetibles que, por
suerte, me tocó
vivir.
Por eso, amigo
viajero, si alguna vez
te acercas por
Tetuán, llégate hasta
las estribaciones del Gorgues,
sube hasta la Torreta; seguro que
allí aún resuenan
las alegres voces
de unos niños
que te susurrarán
al oído…“Parece que
aquí hasta el
cielo tiene otro
color”.
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