-¿Qué hay de nuevo? -le
preguntó la ardilla-
Hace ya mucho
tiempo que no te
encontraba.
-No me puedo
quejar -respondió la serpiente- Solo que
estoy perdiendo la
vista. No veo
casi nada y
me tendré que
poner lentillas.
La serpiente fue
al oculista, se
puso las lentillas
y a los
pocos días se
encontró de nuevo
con la ardilla.
-¿Y cómo van
las cosas ahora?
-Perfectamente. No sólo
veo a la perfección -dijo a
su amiga- sino, que
incluso, me va
mejor con mi
familia.
-¿Y cómo pueden
las lentillas mejorar
la vida familiar?
-Muy sencillo -respondió la
serpiente- He descubierto
que estaba viviendo
con una manguera
de regar el
jardín
Un descubrimiento reciente
en cuestión de enfermedades
modernas se llama “el
síndrome del hombre
invisible”. Alguien está a
nuestro lado cada día,
en el lugar
de trabajo, en la
sala de estar,
en el comedor,
incluso en el
dormitorio. Acaso percibimos su
presencia física y,
sin embargo, no
la vemos. Nos
resistimos -diría a mirarla
de cerca.
Un autor habla
de un hombre
y una mujer
que se habían
casado, habían tenido
cuatro hijos, los
habían criado hasta
que fueron mayores,
e incluso, los
apoyaron hasta que
encontraron marido y mujer
y se fueron
casando. La noche
de bodas de
la última hija, cuando se encontraron
los dos solos,
marido y mujer
en la casa
vacía, se sentaron
frente a frente. Él
se quedó mirándola
fijamente y exclamó:
-Pero ¿tú quién
eres? ¿Qué pintas en
esta casa?
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