Última mirada
Las miradas de los
animales son profundas
y misteriosas, escribe J. Barril. Creemos
ver en ellas
un supuesto parecido
con las miradas
del hombre, pero ningún
ser humano mira así.
La mirada del
animal es una mirada interior que
nos invita a pensar
no en lo
que vemos, sino
precisamente en aquello que
no vemos. Ser
El ser humano
puede resistir las
miradas de sus
congéneres porque nadie
aguanta demasiado la
mirada del otro. Pero
los animales no
tienen el menor
sentido del ridículo, ni de
vergüenza. La mirada del
animal de compañía
acaba acompañándonos demasiado.
Esa mirada del
perro amigo, del
gato policía, del
guacamayo silencioso, es
en realidad el espejo
donde se refleja
una soledad preciosa
envuelta en el
algodón de los días.
De ahí el
dolor de las últimas miradas
a nuestro perro. Probablemente, en
aquellos ojos vivaces
se proyectó lo
mejor de nuestra vida.
Probablemente, nadie nos
conservó en la
memoria tanto tiempo
ni tan bien como
en esa galería
de recuerdos encadenados
de los perros.
En la última
mirada de un
animal querido jamás
hay odio. De la
combustión de altos, caricias,
gemidos y juegos
siempre quedan las
cenizas de una
amistad incondicional que ellos
se llevan como un tesoro
al cielo de los
perros. Tal vez la
mejor fotografía que
jamás nos habrán
hecho será la
de esa cámara
peluda e inquieta
que nos vio
partir con muecas
extrañas mientras una
inyección le abría
la puerta al último paseo del
fotógrafo.
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