Gerard Manley
Hopkins nació el
28 de julio
de 1844 en Stratford, Essex, cerca de Londres, hijo de
Manley Hopkins y Tate,
de la Iglesia
Anglicana. Gerar heredó la
gentileza de su madre,
su reflexión, junto
a la viva imaginación y
originalidad de pensamiento de su
padre. Le gustaban las
alturas: se subía
temerariamente a lo más alto de
un como del
jardín de su casa. Llevaba
una vida encantada entre sus
sueños y sus
libros, y gozando
el mundo de la poesía;
un niño de fantasía
en una vida
normal. Buen oído para
la música. No
le faltaba valentía
moral y física. Era
normalmente tranquilo, dócil,
pero noblemente contestario; se rebelaba
contra la injusticia
de los golpes
y las discriminaciones de
los profesores. Leía cada
noche un trozo del
nuevo Testamento ante
sus compañeros de dormitorio, sin
importarle sus risas. Después todos
le respetaban su
costumbre con admiración,
porque supieron que era una
promesa hecha a su madre Kate. A
los 13 años
hizo con su padre
y su hermano Ciril un
viaje por Bélgica
y las tierras
del Rhin. Entró en el Colegio
Balliol de Oxford
como interno en
abril de 1863. Oxford era
la ciudad de
los más selectos
estudiantes de Inglaterra. Le fascinó
su ambiente: el ambiente
natural y físico
junto al intelectual. La vida
de Oxford estaba
llena de fiestas,
almuerzos, tés, reuniones, de
las que Hopkins
participaba e incluso
organizaba alguna fiesta
con amistades femeninas. Hopkins paseo
con frecuencia con un tal
William Urqhart, que se
sentía inclinado a
pasar de la
Iglesia de Inglaterra a la Iglesia
de Roma. Otros nombres
de Oxford que
influyeron en Hopkins fueron
Matthew Arnold y Walter
Pater. La filosofía de Pater fue
la del hedonismo,
aunque intelectualizado y
refinado, enseñaba que
belleza y placer
son la meta de
la vida. Cuando Pater tiene
algo bueno que decir de la religión
es de la
religión como arte. Otro de los mejores
amigos de Hopkins el citado, William Edward Addis,
más tarde se hizo
católico y seguidor
de la High
Church. Un día Hopkins
conoció en Oxford
a Dolben, joven poeta
que le habló del
interés por el catolicismo. La decisión de Dolben de hacerse
católico, precipitó la conversión de
Hopkins. Dos años después
en 1865 Dolben se
ahogó en el río
Welland. En 1866 Hopkins
se convierte al catolicismo. Y
enseguida de hacerse
católico empezó a pensar
en el sacerdocio. Y durante
dos años estuvo
abrigando cuidadosamente la
posibilidad de entrar en el noviciado
de los
jesuitas. El 30 de mayo de 1868
fue admitido en
el noviciado de la
Compañía de Jesús entrando
en la Manresa
House, en las afueras
de Londres. Transcurrieron siete
años de absoluto silencio. Llegó a ser profesor
de retórica de los
estudiantes jesuitas (1873-1874). Su técnica poética le debe
mucho a estos años de
profesor en el
estudiantado jesuítico de retórica.
Se inició también
en aprender piano. Tras
varios destinos en diciembre
de 1875
Hopkins concibió su gran poema The wreck
of the Deutschland considerado por los críticos
como su obra maestra.
Cuando trece años más
tarde vuelve, ya
sacerdote jesuita, escribe un soneto
al Oxfor de Duns Scoto, pero ya
es el momento
de su desolación.
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