Alguien en alguna
ocasión lo subtitulaba
como “VIAJE EN SOLITARIO
AL INTERIOR DE
UNO MISMO EN
UN BARCO DE PAPEL
Y PLUMA”. Tuve la enorme suerte
a comienzos de
los años 80 en
Salamanca de seguir durante
varios meses, el
método del conocido
Diario intensivo de
ira Progoff. Y
digo suerte personal , porque marcó
un hito esencial
en mi vida.
Hubo un antes
y un después,
de seguir esta metodología que nos
ayuda en nuestro
conocimiento interior.
Esta metodología ayuda
al sujeto a ponerse
en contacto con su
historia personal y con su
psique profunda facilitándole
la búsqueda por el
sentido de su existencia
y movilizando sus
propios recursos (Confianza en
el organismo: es decir, en
el poder directivo
de la propia
psique, es lo
característico de este
método). El Diario Intensivo no
se presenta como
una psicoterapia estrictamente
dicha pues considera
los altibajos psíquicos
de la vida
normal, como podrían ser
ciertas alteraciones depresivas,
más como crisis
de crecimiento que
como patologías.
Y todo esto
se hace por
escrito, utilizando la
escritura como cauce
y vehículo fundamental
para la autoexploración y
el desarrollo personal.
El valor de escribir
estriba en su
poder de Evocación, Aclaración,
Permanencia y Anclaje. Para muchos
el mero acto de escribir
evoca vivencias y
recuerdos latentes inaccesibles
de otra manera. Parece a
veces que uno no
tenga nada que
decir y cuando se pone
a escribir surgen
cosas inesperadas y
reveladoras. El escribir suele
aclarar, debido al esfuerzo
de imaginar, pensar, conceptualizar, verbalizar y, finalmente, plasmar por
escrito.
Y conviene
hacerlo en un
clima de silencio interior
y también exterior cuyo objetivo
es reducir lo más posible
el “ruido” mental. Esta
metodología pide, entonces, espontaneidad
y honradez total
en lo que se escribe y
en el modo de
escribirlo. De ahí que se
proponga un PACTO
DE CONFIDENCIALIDAD CON
UNO MISMO: nos
comprometemos a no
enseñar nuestro Diario absolutamente
a nadie, ni a
los más íntimos. El Diario es solo
para nuestros aojos,
auto ayuda, aunque nos
reservamos el derecho a leer fragmentos, más
o menos largos, a
quien nosotros voluntaria
y libremente deseemos. En su
contexto vital escribimos
retroactivamente sobre las personas
que hoy por
hoy tienen singular
importancia en nuestra
historia personal para
nosotros, escribimos sobre
los hitos de toda
nuestra vida, esos acontecimientos más
o menos definidos, esos momentos
que de alguna
manera marcan un
antes y un después,
puntos de inflexión
en nuestra trayectoria
vital (steppingstones las llama
Progoff) que dividen
y conectan nuestra
biografía personal, las
encrucijadas de nuestra
vida (crossroads) aquellos momentos a
lo largo de nuestra
existencia en que ,
sea por
decisión propia o
ajena ,seguimos un
camino e inevitablemente dejamos
otros por recorrer (al
elegir algo rechazamos
algo). Como le ocurrió
a aquel hombre de
negocios que, según cuenta
Progoff, en su juventud deseaba ser
pintor, pero la necesidad
le llevó al estudio de
empresariales para poder ganarse
el sustento, y al
cabo de los años, durante
un taller de DIP (Diario Intensivo de ira Progoff)
recordó aquella encrucijada
juvenil, dejó sus negocios a
buen recaudo y se dedicó a
la pintura. No sabemos
si vendió algún
cuadro pero parece
ser que lo
pasó muy bien
luego pintando en e l
otoño de su vida,
en su jubilación. En este
contexto menciona Progoff
aquel hecho de las
semillas de una
gramínea ya extinguida
en el alto
Egipto, que se
depositaron hace más
de siete mil
años en el
ajuar de la
tumba de un
faraón y que al descubrirse miles
de años después,
fueron plantadas y
brotaron, recuperándose aquella
planta gramínea para aquella
zona. Bonita metáfora la que
nos menciona Progoff
del significado de las
encrucijadas de nuestras
vidas.
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