A todos aquellos a
los que la
devoción de algunas personas
hacia los bichos
inquieta y aprovechan
cualquier oportunidad para
tildarla de ridícula, les animaría
a que
observaran qué ocurre
cuando un anciano
está acompañado por
un animal, o una
enferma, o todas
aquellas cosas que
le aporta a un
niño tener un colega
que mostrará una
disposición incansable al
juego y que
exigirá unas responsabilidades diarias,
no demasiado costosas, pero
para las que
hay que vencer la
pereza. Cualquier dueño podría
contar qué hace
su perro o
su gato cuando
notan, porque lo
notan todo, que
estamos tristes. Solo quien
ha sufrido la
muerte de un
animalillo puede comprender
a quien padece
este tipo de pérdida.
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