Psicoanálisis: el poder del silencio
El cerebro es
un órgano vivo
que sufre cambios constantes: se transforma
en función de lo
que vemos, oímos, hacemos y decimos,
y gracias a la
neuroplasticidad, activa durante
toda la vida, se
sigue modificando hasta
la muerte. Los
hallazgos a nivel molecular en
este campo hicieron a Eric Kandel merecedor
del premio Nobel de Fisiología o
Medicina en el
año 2000. El cerebro
funciona como un
gran bloque interconectado. En él
hay distintas regiones
especializadas encargadas de decodificar
información, almacenar recuerdos, regular emociones, decidir si
una conducta es pertinente ante
una situación determinada, que estímulos
de nuestro entorno
son más o menos
gratificantes, o relevantes
y, por tanto merecen
una mayor o
menor atención, etc.
Al observar la
región conocida como cerebro
emocional: el sistema
límbico se puede
afirmar que en
él conviven una
estructura llamada amígdala,
implicada en el
procesamiento de emociones
como el miedo,
que se activa
en situaciones que consideramos de peligro, el
hipocampo, órgano fundamental de la
memoria, y aéreas de gran
especialización, como, por ejemplo,
la encargada del
recuerdo de las vivencias
traumáticas. En personas
con fobias, miedo
irracional ante un estímulo
normalmente inocuo, se observa
una hiperactividad del
sistema límbico en general
y en particular
a nivel de la
amígdala y el hipocampo.
Ante estímulos que no
suponen un peligro
real, estas zonas deberían
estar en
reposo. Los estudios han
encontrado que la
psicoterapia también provoca
cambios a nivel de la
corteza prefrontal o
el cerebro lógico,
que es la
región responsable del pensamiento
racional y otras funciones
mentales superiores propias
del ser humano. Tradicionalmente hemos
asistido al enfrentamiento de dos corrientes: las biologicistas
que centran sus
conocimientos, las bases de
la enfermedad mental
y, en consecuencia, su solución
en los procesos
bioquímicos cerebrales, y
las psicologicistas que
plantean que tanto
el origen como la solución se
encuentran en el ambiente. Esta rivalidad
va perdiendo fuelle
pues según varios estudios,
las intervenciones psicoterapéuticas también
son biológicas, pues
producen cambios a
nivel bioquímico similares
a los que
producen los fármacos.
El secreto del
éxito del psicoanálisis está
en el silencio del
psicoanalista: es el paciente
quien tiene que
profundizar en su cerebro
hasta extraer las
conclusiones necesarias con
ayuda del tiempo y de la
pericia directiva del
analista. Diferentes
técnicas psicoterapéuticas como
la terapia de orientación psicodinámica (el psicoanálisis) o
la cognitiva conductual,
demuestran tener un impacto
claro sobre el
funcionamiento cerebral. La
fuerza de la repetición es la
responsable de que funcione la
terapia cognitivo conductual, de ahí
los famosos “deberes” que
el terapeuta manda
semana tras semana
hasta conseguir una
nueva huella cerebral.
Aunque muchos digan
que Freud está
superado, se podría afirmar
que el noventa
por ciento de los conceptos
psicoanalíticos vigentes son
conceptos originariamente freudianos. Frente a los
“managers del alma”, obsesionados en
su práctica analítica
por una mera cuestión de
eficacia más que por
una cuestión de verdad, según C. Domínguez, hay que
señalar también que existe
“otro psicoanálisis”, en el que
Freud está presente
y vigente como fuente
de inspiración y cauce para
nuevos desarrollos técnicos y teóricos.
En esta perspectiva
hay que situar
sin duda la
genial figura de Melani
Klein y toda
su escuela inglesa. Ella, fiel a Freud, supo y
quiso ir más allá
de lo dado. Sus investigaciones sobre
los primeros estadios de
la vida han supuesto para
el psicoanálisis la más rica
incursión en el tema de
la psicosis, así como una profunda
y lúcida perspectiva
para afrontar numerosos
problemas en los que
esos primeros estadios
se encuentran especialmente
implicados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario