Los hijos no obedecen; los hijos imitan
La educación de los
hijos es una
labor que realizan
fundamentalmente los padres del
niño, y lo
hacen de manera conjunta. Es necesario el
valor del testimonio,
el valor del
ejemplo. Pero, a pesar
del cambio de roles que se
ha ido produciendo
en las últimas
décadas, la sociedad
sigue mirando a la
mujer como la última responsable
de esta labor. Y
es ella también la
principal perjudicada por
las batallas entre
progenitores. La presión
social a la que
se ven
sometidas les genera un estado de tensión e
inseguridad que al
final acaban protagonizando e este tipo de
desencuentros. Conforme se avanza
en la educación,
no es extraño que se
acaben haciendo unas
cosas que se
creían inviables antes
de convertirse en
padres. La vida
da muchas vueltas,
y la paternidad
lo cambia todo. Excepto
ciertas prácticas que
han mostrado ser objetivamente
positivas (como la lactancia
materna) o negativas (como
el castigo físico), la
mayoría de las
decisiones que toman
los progenitores tienen
un carácter tremendamente
personal y dependen, en gran
medida, de los
condicionantes que rodean a
la pareja. Si lo
juzgamos estamos cayendo en
una gran falta
de empatía, ya
que desconocemos los
motivos que llevan
a cada individuo a
actuar del modo
en que lo hace.
Hace ya
tiempo que la
educación dejó de ser
algo que se hacía en grupo para
ser una tarea que
hace la familia desde
la soledad y
el aislamiento, lo
que contribuye a
percibir las influencias
externas como amenazas
al sistema de
valores que tiene
cada uno. En lugar
de mostrar una actitud
defensiva ante quienes
actúan de un modo
distinto se puede comenzar
a ver la
diversidad como una
oportunidad para aprender
nuevos recursos y maneras
de hacer. Además, hay
que desprenderse de la
presión de la
sociedad. Deberíamos renunciar a
formar parte de esa
competición por alcanzar
la perfección educativa.
Aceptar nuestros defectos (y
los de los
demás) y admitir
las limitaciones nos
van a ayudar
a hacer las
paces con nosotros mismos. Cada
uno tiene derecho a
tener sus opiniones
y formas de actuar, y
no hay que
justificarlas ante los demás,
incluso es legítimo
cambiar de postura en
el momento en el
que se
sienta que la
estrategia que se estaba
empelando ya no
resulta igual de eficaz.
Podemos señalar dos
estilos de crianza. El
modelo conductistas que se
basa en la modificación
de las
conductas inadecuadas de los niños
mediante el manejo de
sus consecuencias, empleando
técnicas como el
refuerzo de comportamientos positivos o
el castigo de los inadecuados.
Por otro lado,
la educación, con
apego, pone el
foco en sus
necesidades emocionales y el vínculo
con
su cuidador principal, considerando las
conductas molestas como
parte del desarrollo normal del
pequeño y que
no tienen por qué
cambiarse. En España las
técnicas de Supermanny siguen los principios del
conductismo. Autores como el
pediatra Carlos González o
la psicóloga Rosa Jové son
referencia en cuanto
a la crianza
con apego.
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