Todo lo que existe está impregnado de amor
Dice San
Pablo que “Todo
lo que existe
está empapado de amor”. Incluso
la dureza de
una piedra la
observo que se
deja impregnar en
el centro del
bosque por el
musgo y la yedra.
Dice Antoin de Saint
Exuperi en su
obra El principito “solo
se ve bien
con el corazón,
porque lo esencial
a veces es
invisible a los
ojos”. Observo al amanecer
como el perro
mueve la cola
en señal de reconocimiento de amor
a su dueño. Observo al amanecer
que la planta
crece más y
mejor cuando se
le habla con
cariño, al menos
eso hacía mi madre,
cuando se despertaba.
San Ignacio al
final de sus
años, en la vejez, con
el bastón tocaba
las plantas y
las palomas, los pájaros y
les decía: “¡!Callad, callad¡!
¡¡Que me vais
a volver loco,
ya sé que
me estáis gritando
la presencia de Dios, aquí
entre nosotros!!”. Hablaba de
una revelación natural,
de un mundo
inteligente, donde las estrellas,
en su noche
romana con el
calor, en la
azotea, y el
horizonte lleno de cientos
de miles de
estrellas relucientes, también
le hacían exclamar: “¡¿Cómo puede
haber alguien tan
ciego que niegue
la presencia de
Dios, del amor
en todo lo
creado?!”.
Observo al amanecer, y
experimento, el agua
en la ducha
que acaricia mi
piel y me
relaja. Observo y
experimento al mediodía
la caricia del sol sobre
mi piel, especialmente en
los días fríos.
Observo la planta
sedienta que extiende
sus hojas y
sus flores para dejarse
saciar en su
sed de la
madre lluvia. Y
leo el Génesis (1, 1-2) donde Dios
se nos presenta como
una madre embarazada
del universo. Y dice Isaías
“¿Podrá una madre olvidarse del
hijo de sus
entrañas?”. Y la
entrevista en un
periódico a un médico ginecólogo: “En la
placenta, el líquido
amniótico es agua
del mar (agua y sal) y
el feto lo
único que hace
en su breve
historia en el útero de
la madre es
seguir el mismo
camino, el mismo
proceso que el
hombre ha seguido
en toda su
evolución, pues primero
es anfibio y
flota en el líquido amniótico, después es
reptil al nacer
y por ultimo
mamífero…toda la historia
de la evolución
humana en pocos
meses, pocos días, horas…”. Qué gran
misterio …Termino con la
oración del alfarero (jeremías 18,3), Dios
me va moldeando
del barro continuamente, dándome forma
en los avatares
de la vida,
en los contratiempos, en
la noche oscura
del alma, en
mis desiertos…en… y sigo
mi paseo esta
mañana por el
Parque de María
Luisa, y me
cruzo, con el barrendero,
el anciano, el
niño que va
a la escuela. Porque la
oración ha de ser el
comer y el beber
y…el pasearse, y
el jugar, y
el leer, y el escribir,
y
el conversar y…hasta
el dormir, y nuestra
vida un continuo
y mudo “hágase
tu voluntad” y un
incesante ¡¡Venga a nosotros
tu reino!! Ese
reino de la
mañana, de la
vida, del canto
del pájaro, de
la alegría de
los niños en
sus juegos…no solamente
la belleza de
la vida pensada,
sino sobre todo
de la vida
vivida.
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