En los años 60 cuando
apenas España intentaba
salir con los
planes de desarrollo de una economía
de postguerra, autárquica y depauperada, sin
apenas industrias y con una
agricultura decimonónica y
empobrecida, hubo un
hombre clave para el
gran cambio que
en los años 70, 80 y 90 experimentó el impresionante
desarrollo de nuestra agricultura.
Fue el entonces joven
investigador alemán Dieter
Wienberg que
se ofreció para realizar ante el
instituto de Economía Mundial
un estudio sobre la
agricultura en España,
analizando las oportunidades
para salir de aquella pobreza
y aquel atraso
que padecía este
sector tan vital
en nuestra economía. Tras aquel a análisis el director de
la Institución, Fritz Baade, movió
hilos y convenció al canciller Ludwig
Erhard que entonces prometió
un millón de marcos
de la época
para un proyecto
que se iniciaba
como plan de cooperación internacional
contra el subdesarrollo. Dieter
Wienberg se encargó
de buscar una
finca y logró que
el entonces incipiente
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
español le habilitó en 1966, y
Alemania le proporciono
personal científico joven,
laboratorios y maquinaria
apropiada. Fue por tanto
el creador de la finca
experimental La Mayora, integrada entonces
en el Instituto de
Hortofruticultura del Consejo
Superior de Investigaciones científicas (CSIC) y la
Universidad de Málaga. Llegaron entonces
a Málaga los
primeros tractores oruga. Alemania invirtió
tres millones de
marcos en la
Mayora y España otros
seis millones. El proyecto
mixto de cooperación se mantuvo durante 16
años hasta que
finalmente el gobierno germano lo
dejó en manos
del español y del
CSiC.
Entre otras
cosas alumbró la
idea de cultivar fresas,
llevándole esta tema
hasta la mismísima California para
analizar métodos modernos
de cultivo y variedades. Fue una
aventura excitante y complicada
que condujo con un gran empeño
personal. Pidió préstamos personales para
continuar sus investigaciones y experimentos de
terrenos, climas y
bioclimas. Se le ocurrió
entonces explorar las
oportunidades de Huelva. Allí conoció
al empresario Antonio Medina “que
tenía la turbera
Los Gayules en Moguer y
le pedí que
nos permitiera hacer
ensayos en su
finca”. Su meta
inicial era alcanzar
200 hectáreas de cultivos. Hoy
hay más de
8.000 hectáreas que arrojan
cosechas que superan los
400 millones de euros.
Durante dos años,
desde La Mayora
envió a la provincia
onubense personal, plantas y
asumió los gastos derivados de introducir
las fresas en aquella
zona, hoy líder nacional en
la producción y
comercialización de fresones. Pero
Dieter continuó sus
experiencias y confirmó
que aquella zona tanto
de la costa de
Marbella como la
axarquía era buena
para los aguacates,
un árbol que
también había conocido
durante su visita a California. Gastándose su dinero
y su patrimonio
personal, promovió una beca para
el ingeniero agrónomo
José María Farré
que durante un año estudio becado
en Estados Unidos los
misterios de esta fruta: “Trajimos miles
y miles de
huesos de México, criamos plantas
y enseñamos su cultivo a
los viveros”. (Hoy en día el
sector del aguacate factura solo
en la provincia
de Málaga los 90
millones de euros). Tras 20
años de trabajo
ímprobo, Dieter ingresó en
el servicio diplomático alemán,
pero nunca perdió
sus vínculos con España, ni con Málaga y
Huelva y por
su agricultura ya
que con frecuencia venía
a su casa
de Marbella y
visitaba continuamente las
explotaciones para ver
si aquello se
llevaba adecuadamente.
Ha sido para
mí una alegría
enterarme que a propuesta del catedrático malagueño de genética Eduardo
Rodríguez Bejarano se
le concede a
Dieter Wienbeerg el
honoris causa por la
Universidad de Málaga,
un sencillo premio
para un gran
trabajador e investigador. Un hermoso
ejemplo para a tantos y
tantos jóvenes agricultores
y empresarios españoles
que se aburren
y caen en
la rutina de
sus cultivos sin
introducir variaciones ni
las modernizaciones adecuadas.
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