Los nudos de la vida que hicimos y deshicimos (una manera más de ser scouts)
Éramos aun niños,
cuando jugábamos despreocupados en
medio del campo
cuando aquel grupo
scout que pasó
por nuestro lado
con su uniforme
impecable, su elegante
sobrero canadiense, su porte y marcialidad en
la marcha, nos
hizo soñar con
la idea de
convertirnos en “caballeros
andantes” “que facían
y desfacían entuertos”, “que como quijotes virtuales, sacaban adelante
causas perdidas”, soñamos por
instantes en hacernos un día
como aquellos scouts.
Pasados los
años, nos veíamos
corriendo tras nuestros
scouters, pleiteando para que superáramos aquellas
pruebas de nuestro
cuaderno de campo, o
de nuestro carnet
de pietierno para hacernos
“scouts de verdad”. Los
nudos unos más
sencillos, otros más complicados eran
una destreza esencial
si queríamos llamarnos
SCOUTS CON MAYÚSCULAS. Muchos días, muchas
horas, muchos ratos,
al sol, en
el campo, bajo
los árboles ensayando
aquellos nudos y
nuestro vocabulario de
acampada ampliando nombres: ballestrinque, cote
asegurado, balso por
seno, as de
guía, as de
guía corredizo, margarita,
nudo de cirujano,
nudo de molinero, cote
doble, nudo de
atesar, vuelta de
escota, zarpa de
gato, nudo de
estibador, vuelta de gaza,
nudo de rizo,
vuelta de gancho,
refuerzo de cabo…nudos de
marinero, nudos de bombero, nudos de leñador, de labrador…Al
principio no sabíamos
su utilidad y
el tiempo dedicado en
campamentos a esta
destreza lo considerábamos una “pérdida de tiempo organizado…el
famoso POT”.
Y CASI SIN
DARNOS CUENTA, UN DÍA…
nos dimos cuenta
que ya dominábamos
aquel arte. Y
quizás algún nudo
que no hicimos
bien, hizo que a alguno
de nosotros que había sobrevivido
a un buen
“trompazo” en la tirolina, se le apodase
a partir de
aquel momento “ALIAS
EL MOYA”. Porque
pegarse la “moya”
era sinónimo de
no haber aprendido
bien aquellos nudos, de
no haber superado
bien aquellos aprendizajes
tan esenciales en alguien
que como buenos
leñadores o sobrevivientes en el bosque
debíamos dominar las
técnicas de supervivencia
y destreza. Construir una
plataforma en los árboles y
deslizarnos por cuerdas
desde seis o
siete metros de
altura en nuestras
acampadas eran signo
de que ya
dominábamos la vida
en medio de
la naturaleza. Y nuestro
libro de cabecera al que
consultábamos y mirábamos
continuamente era el
famoso “MANOS HÁBILES”. Aprendiendo nudos
habíamos progresado en atención, en
destrezas que luego
en la vida
nos sirvieron para
virtual y realmente anudar
y deshacer algún
lío. Y un
signo positivo, que
expresábamos cuando la
patrulla estaba unida,
éramos un “NUDO
INDESHACIBLE” que casi
sin querer expresaba
lo grandioso de
la filosofía scout,
que expresábamos en
aquel famoso artículo
octavo de la
ley que un día prometimos
bajo las ramas
de algún frondoso
bosque en presencia
de nuestros compañeros scouts:
“El scout siempre
canta y sonríe
ante peligros y
dificultades”. Y todo
empezó aprendiendo el
as de guía,
el ballestrinque, el balso por
seno…
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