Pilares de la vida
La etapa colegial
marca sin duda
una época muy
importante en nuestras
vidas. A lo largo
de los años
se van sucediendo aprendizajes, historias,
emociones, anécdotas, unas
buenas y otras
no tanto, pero
todas dignas de
recordarse. He contado en
muchas ocasiones lo
que supuso en
mi historia personal
el Colegio del
Pilar de Tetuán. No
solo fue una
experiencia individual inolvidable. Muchos otros
alumnos que pasaron
por aquellas aulas con
los marianistas como
institución educativa responsable
en aquellos años 60, también relataron
sus emociones inolvidables y
experiencias vitales. Hoy quiero
traer aquí la
experiencia de Salvador Fernández Julbez, antiguo alumno
del colegio, tangerino,
vinculado a Tetuán, y de
cuyas narraciones trataré de
presentar otros días,
otros relatos. Todas estas
experiencias tetuaníes contada
como colaborador en
el diario ABC de Sevilla a
finales de los
años 80.
“Anclado junto a
la avenida de
Las Palmeras, escoltado
por los montes
Dersa y Gorgues, se
encuentra en Tetuán el
colegio de Nuestra Señora
del Pilar de
los Hermanos Marianistas. Recuerdo como si
fuera hoy, el día
que comencé allí
mis estudios, al
igual que permanece en mi memoria
cuando los terminé,
diez años después,
con la independencia
de Marruecos en puertas.
El Colegio del
Pilar era, a la sazón,
un
estupendo centro donde
junto a los estudios
que tenían “guasa”, se formaba
uno deportivamente, pues
en sus amplios
patios se celebraban
competiciones de fútbol,
baloncesto, balonvolea,
hockey sobre patines
y otras.
Mi promoción estaba
formada por excelentes
compañeros. Guardo de ellos imborrables
recuerdos y puedo
decir, a boca llena, que
la camaradería, la amistad
y la lealtad
que existía entre
nosotros hoy es
muy difícil, por no
decir imposible, poder
encontrar. En 1988 y 1989 hemos
tenido dos reencuentros,
uno en La Línea de la Concepción y otro
en Madrid. Allí retornamos,
como si en
un túnel del tiempo
se tratase, a nuestros
días de colegial
y como es
lógico recordamos los
buenos y malos
momentos, que de
todo hubo. Desde los
partidos de fútbol en el campo de
abajo a la
terrible jornada del viernes
en la que
pasábamos, cada semana, el mal trago de
las notas, cuya
lectura a cargo
del director, por
entonces don Celestino Rodríguez Mendiguren,
era todo un
rito.
Y…¡cómo no! Recordar a
nuestros profesores. Hoy, de
ellos, solo nos
quedamos con lo bueno y las “ faenillas”
que de vez
en cuando les
hacíamos. Por mis retinas
pasan las imágenes
de don César -nuestro primer profesor-
de don José,
de don Mariano, de
don Isidoro, de don
Florencio, de don Fermín, de
don José María, de
don Toribio, de don Daniel, del
padre Juan, del padre Rafael, de don Doroteo -el ultimo
director que tuvimos- y
sobre todo de
don Juan Lecue
que fue nuestro
prefecto y un
gran amigo.
Mis queridos compañeros,
amigos y profesores
del pilar de Tetuán: siempre, siempre, estaréis
en el mejor de
mis recuerdos, porque aquellos
años, por muchos
que pasen, jamás
serán olvidados por
ninguno de nosotros.” (Salvador
Fernández Julbez, colaboración para
el Diario Abc de Sevilla 1989).
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