Vivimos en un
mundo lleno de ruidos, y
es más ruidoso
aún porque vivimos
sin escuchar, sin
reconocer los sonidos
que no solo
nos rodean, sino
que nos invaden,
llenándonos de ruidos,
produciéndonos un aturdimiento de nuestros
sentidos que condiciona
la percepción que
tenemos del mundo.
Nuestra percepción embotada
por el ruido, no solo
es mucho más
pobre (disminuye nuestra
calidad perceptiva), sino también
más escasa (disminuye en
cantidad). La vida pasa
a nuestro lado
y somos incapaces de
reconocerla, mientras
avanzamos a trompicones
sin saber dónde
estamos, ni hacia dónde vamos. Es necesario el
silencio. Yo diría
que el silencio
es imprescindible para vivir
aunque a muchos jóvenes
de hoy enganchados
a “sonidos artificiales”
les dé miedo
el silencio. El silencio
no es la
ausencia de ruidos, sino el
soporte de dónde nace
todo sonido. Los ruidos
no sólo están
fuera, dentro de nosotros puede haber
silencio, o puede haber
ruido. Cuando somos capaces
de observar, de ser conscientes
de nuestros contenidos
mentales, de nuestros sentimientos
y emociones, de nuestra corporalidad, cuando sabemos rodearlo de
silencio, cada sentimiento, pensamiento
o emoción toma
personalidad, se transforma y
nace la paz
interior. El silencio transforma
el ruido interior
en armonía vital. Vivir en el silencio es vivir en
la consciencia. La noche estrellada
existe porque existe
la oscuridad. Cuanto
más oscura es
la noche, más
cantidad de estrellas
se ven. La
oscuridad es el
soporte del brillo de las
estrellas, lo mismo
ocurre con el silencio,
es el soporte
del bullicioso canto de la vida,
a mayor silencio
mayor cantidad de
sonidos reconocemos.
Para descubrir el
silencio, solo tenemos
que observar, prestar
atención, escuchar, ver…dice Tony de
Mello: “No pretendas encontrar
algo sensacional en
la revelación que
el silencio te regala: luces, inspiraciones, perspectivas. Limítate a
observar. Trata de recoger
todo lo que s e
presentas a tu
consciencia. Todo aunque se
trivial y ordinario,
lo que te
sea revelado. Quizás toda
la revelación se
reduzca a caer
en la cuenta de
que tus manos
están húmedas, a
hacerte cambiar de
postura o a
tomar conciencia de
que estas preocupado
por tu salud.
A medida que tu
silencio se profundice experimentarás un cambio”. El silencio transforma, a veces de
forma sorprendente, inesperada. Otras veces
de manera más sutil,
pero siempre transforma. No voy a decir
al mundo que
se calle para que
yo haga silencio,
pero si puedo
silenciarme yo.
El silencio depende de
mí. ALGUIEN DIJO: “CUIDA
EL SILENCIO, Y EL
SILENCIO CUIDARÁ DE TI”.
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