martes, 9 de agosto de 2016

Imagina que hay guerra y no va nadie

A  media  tarde  se  han  colado  por  las  rendijas  de  mi  ventana,  por  las  esquinas  de  mi  balcón,  las  notas  de  la  canción  de  Imagine,  de   Jhon  Lennon. Su  letra  invita  a  la  esperanza,  habla  de  imaginar  un  mundo  sin  países (sin  embargo,  vivimos  tiempos  en  los  que  proliferan  las  vallas  y  alambradas  fronterizas. Para  una  que  cayó  en  1990,  el  muro  de  Berlín, han  surgido  desde entonces  cientos  de  murallas  y  alambradas fronterizas). Imagine,  sus  notas  invitan  a  soñar,  como  Martin  Luther  King, cuando  desarmados  de  credos, prejuicios  de  raza  y  religiones, desarmados  de  rencores  caminemos  juntos.

         
        Los  generales  miraban  ansiosamente  el  horizonte.  Y  nada. ¡No  aparecía  nadie!...¿Será  posible…? ¡Esto es inaudito! ¡Qué  plantón  nos  han  dado!
        El  estado  mayor  de  Transmontania  miraba  atento  el campo de  batalla desde  lo  alto  de  una  colina.
        El  rey  de  Ifganisterra  hacía  lo  mismo desde  la  montaña de  enfrente.
        Entre  unos  y  otros, el campo de  batalla  aparecía  absolutamente vacío. Tan  sólo  una castañera, una  pipera  y  un  vendedor de  lotería  esperaban  la  llegada de  los soldados.  Pero…¡Los  soldados  no  aparecían!
        Los  altos  mandos de Transmontania estaban desconcertados:
Pero, bueno, si la  batalla estaba  anunciada  para  las once  y  media  y …si  es  ya  la  una…nos  han partido la  mañana.
Eso, eso,  ¿Qué  es  lo  que pasa  aquí? ¡porque  aquí  está pasando  algo!
       Y  entre  las  autoridades   de  Ifganisterra ,  el desconcierto  era  aún  mayor. El rey  gritaba  desesperado:

       - ¿Cómo  pueden  hacerme  esto  a  mi  mis súbditos? ¡Con  el  madrugón  que  me  he  dado!
       Y  su  general  en jefe  rezongaba:

       -  ¡Que  falta  de patriotismo! Con  la  arenga  tan bonita  que  les  eché  ayer…
        Hasta  que el general  en jefe de  Transmontania, saltando al  lomo de su caballo blanco, ordenó  a  sus  generales.
         -  ¡Adelante, mis  valientes ¡Vamos  hacia el puesto del   enemigo…a ver si  ellos saben  algo…pues de  lo contrario, se  nos  va  a  hacer  de  noche!
         Y  cruzaron  al  galope el campo de batalla, -desdeñando  los  ofrecimientos de castañas  asadas, pipas, caramelos  y  lotería que  les ofrecían- hasta  llegar  a la montaña  donde estaba el rey de  Ifganisterra con los suyos.
          No  habían acabado de cruzar  los saludos  de rigor, cuando  ya estaban enzarzados en una discusión  atroz:

¡Que  poco  éxito  han tenido ustedes!  ¿No  les  da  vergüenza? -Decía  el  rey.
Lo  que  ocurre, majestad, es  que  su majestad  ya  no tiene  ningún  poder  de convocatoria. ¡Qué  fracaso!  Ni  un súbdito…pero vamos, es que  ni  uno…
No  estoy  dispuesto a tolerar sus  insultos ¡Les  desafío  a  una  batalla!
Pero  el general en  jefe  del  enemigo, se limitó  a  mostrar el campo vacío  y lanzar  una  risita  sarcástica.
      Entonces  el rey  recogió  velas  y  le dijo:
-¿Sabe  lo que  le digo?  Que  no  nos  merecen. Tal como  son mis  súbditos  y  los de  ustedes…! No  va  a ver quien  logre  montar  una guerra decente  como  Dios  manda  con  ese  atajo  de  idiotas…
Su majestad  tiene  toda  la razón. En cambio, alguien organiza  una fiesta o un recital  de  rock ,  o  un  “botellón” y  allá  que  los  tiene  su  majestad a todos  allí…
Como  borregos, si como  borregos.

Y  todos los  generales  de ambos  bandos   se expresaban  indignados:
       -    ¡Así  no  hay manera! ¡Qué  vergüenza!
            Pero sus  quejas  se  entremezclaron con  otras  voces que  se  oían  no  lejos de  allí.
                      - ¡Castañas  asadas! Calentitas…Chicles, pipas, caramelos…al  rico  bombón   helado, oiga!

                    Su  majestad, que  había desayunado tempranísimo  y  tenía  un hambre  tremenda, dijo:
-Señores… Con la  hora que es  ya…mejor  nos  vamos.
             Y  se  compró  a  renglón  seguido, un cucurucho de castañas asadas. Los  generales de ambos  bandos  rodearon  a  la castañera  y  a la vendedora de pipas, chicles  y caramelos…
-   A   mí  me  va  a poner  dos  euros  de  castañas  asadas.
-   A  mí  me  pone  usted  unos  caramelos  de  sabor  menta…que con este  catarro.
-   A  mí  me  va  a poner  un  chicle  menta  también, por  lo del  mal  aliento.
    Al  cabo  de  un  rato , todos estaban  de  mejor  humor  y  comentaban  los  goles  del  domingo pasado.


              (Resumido  por  Antonio Marín  de J.Antonio del Cañizo)








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