El combate contra nuestros dragones personales
Matar al dragón, psicológicamente, supone previamente
identificar a las personas que
organizaron nuestra vida y nuestra educción, es decir, las personas que
nos señalaron el
camino a seguir en la
vida, durante los largos años
de nuestra infancia y nuestra
adolescencia. Primordialmente, estas personas, nuestro padre y nuestra
madre, y otras personas que en etapas posteriores, ejercieron
en nosotros una influencia semejante, reproductora de
la experiencia de
sometimiento de aquella
etapa inicial. Nuestros
padres y ellos amasaron en
nuestro mundo emocional, junto
a las enseñanzas y
valores positivos que nos
transmitieron, cuatro sentimientos consecuentes a la
enorme sumisión a la que, durante aquellas etapas primordiales de
nuestra vida, estuvimos
obligados y necesitados.
Estos
sentimientos, de los que necesariamente nos tenemos
que liberar, como condición de nuestro posible crecimiento son precisamente: la dependencia,
la rebeldía, el resentimiento
y la culpabilidad. La liberación de estos sentimientos, la
desintoxicación de nuestra mente de estos cuatro estados emocionales, (lo que
se ha querido denominar con la
alegría de matar al Dragón).
Es en el libro de
M. E. Marlow, El despertar de
la mujer consciente, donde
se señala, con un símil
tomado de los cuentos de hadas,
como el combate contra
el Dragón: “nadie podrá entrar en
el castillo encantado de
la felicidad, si antes no
le corta la
cabeza al dragón que lo
custodia”. Dice Fdo. Jiménez H. Pinzón
que: identificar nuestros dragones nos
permitirá también comprender
nuestra polaridad
masculino-femenina y nuestros modelos
de relación. El Combate contra el Dragón finaliza cuando estamos
dispuestos a comprender a esas
personas de influencia, con las
que de algún
modo hemos experimentado
una relación de dependencia
y sumisión, a
aceptarlas como son, a
permitirnos ir siendo
lo que queremos ser según
nuestro proyecto de vida. Sólo es capaz
de matar al Dragón la persona
que se conoce a sí misma, la que confía en
su propia capacidad (aun con consciencia
de sus limitaciones y puntos
débiles) y la que afronta la
empresa, no comprando su
fuerza con la del monstruo, sino armonizándose con su
propio poder mental y espiritual.
Razonando con el
sabio hindú: Cuando lo que hayas aprendido de tu experiencia liberatoria (liberatoria de tus resentimientos, culpabilidades, dependencias
y rebeldías) iguale o supere
la cantidad de dolor
que has
invertido en ella,
entonces sabrás que te has liberado…que has matado definitivamente al Dragón, y entonces, solo entonces, surgirá, como en los
cuentos de hadas,
el príncipe o princesa
que estaban cautivos dentro de él.
En el libro de
Marlow se habla de la magia. Es la capacidad
que en el fondo
todos tenemos, como
reserva dinámica de nuestro
psiquismo, para transformar las
experiencias de la vida y sacar
partido positivo de ellas, está simbolizada
en la
leyenda del rey Midas, que
poseía la magia de
convertir en oro
todo lo que tocaba con
sus manos. Nigel Nicolson escribe en la fascinante biografía de la escritora inglesa Vita Sackville West,
la relación que tuvieron de niños (su hermano
y él) con Virginia Wolf. Y de sus relaciones infantiles con
ella, recuerda Nigel: “Nos
devolvía convertido en diamantes lo que
nosotros le entregábamos como trozos de
carbón”.
Hoy he pensado y
orado, por tanta gente que he
encontrado en los caminos
de mi vida que me
“devolvían como diamantes” lo
que personalmente le había entregado
como “trozos de carbón”. Pido
en esa
oración personal, saber matar
tantos y tantos
Dragones que por los
caminos de la noche
han ido apareciendo en mi
vida quizás en los momentos más inoportunos.
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