Verse sorprendido por la obra de uno mismo (el auténtico vaciamiento del ego)
Durante 35 años, Paul Cezanne vivió en el anonimato produciendo obras maestras que regalaba o malvendía a sus vecinos, sin enmarcarlas, y casi sin terminar. Estos vecinos ni siquiera barruntaban el valor auténtico de aquellos cuadros. Tan grande era el amor que sentía por su trabajo Cezanne que jamás pensó en obtener el reconocimiento de nadie ni sospechó que algún día sería considerado el padre de la pintura moderna. Su fama se la debe a un marchante de París que tropezó casualmente con algunos de sus cuadros, reunió algunos de ellos y obsequió al mundo del arte con la primera exposición de Cezanne. Y el mundo entero se asombró al descubrir la presencia de un gran maestro. Pero el asombro del maestro no fue menor. Llegó a la galería de arte apoyándose en el brazo de su hijo, y no pudo reprimir su sorpresa al ver expuestas sus pinturas. Y volviéndose a su hijo, le dijo: “¡!Mira¡! ¡!Las han enmarcado¡!”.
Subhuti, descubrió de pronto la
riqueza y fecundidad del
vaciamiento de sí, cuando
cayó en la
cuenta de que ninguna cosas
es permanente ni
satisfactoria y de que todas
las cosas están vacías
de “Yo”. Y con
este talante de divino vaciamiento se
sentó arrobado, a la
sombra de un árbol
y de repente empezaron a
llover flores alrededor
de él. Y los
dioses le susurraron;
-¡¡Pero…pero si yo
no he dicho
una sola palabra
acerca del vaciamiento…!!
-Es cierto – le replicaron
los dioses- Ni tú
has hablado nunca
del vaciamiento ni nosotros
te hemos oído
hablar de él. Ese es el verdadero vaciamiento. -Y
la lluvia de flores continuaba cayendo
alrededor de Subhuti.
Si yo hubiera
hablado de mi vaciamiento o
hubiera tenido conciencia
del mismo ¿habría sido
auténtico vaciamiento ¿La
música necesita la
oquedad de la
flauta; las cartas, la blancura
del papel; la luz,
el hueco de la
ventana; la santidad,
la ausencia del “yo”…
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